20.6.12

En torno a dos ideas: "pérdida" y "restauración" de España.


Ahora que estamos en vacaciones se supone que es más fácil darse a la reflexión, que tenemos más tiempo... Creo que eso es mentira, al menos durante las primeras semanas. Mi cerebro ha decidido desconectar y no quiere centrarse demasiado. Poco a poco lo he ido espabilando. Os dejo el resultado de algunas lecturas que he hecho a lo largo del curso y más recientes. Gracias a los que os paséis por aquí para leerlo. 

Las crónicas medievales de los reinos cristianos, y en menor medida las musulmanas, buscaban articular un discurso propagandístico con una función concreta para una persona o grupo determinado, seguramente cercano al círculo del soberano, y sobre esa intención enlazar una serie de acontecimientos que bien podían ser ficticios. De ahí que se den diferentes versiones de un mismo acontecimiento. Por lo general, en las crónicas de los reinos cristianos se pueden diferenciar dos sensibilidades diferentes:

Un fragmento de De Rebus Hispaniae de Jiménez de Rada
·        Una referente a la continuidad de la España goda (e incluso la alabanza a un tiempo anterior a ésta, más ilustre aún) con referencias a Celtiberia, Hispania Citerior y Ulterior, Iberia y Hesperia. Se trata de loores a esa formación geográfica e histórica que se localiza en crónicas como De laude Spaniae de Isidoro de Sevilla, un capítulo de Rodrigo Jiménez de Rada dedicado a la laudatio y especialmente la Crónica General de Alfonso X el Sabio. Todas estas obras coinciden en alabanzas a un territorio que entienden como propio. Por otra parte, este estilo de laude Spaniae lo seguirían autores andalusíes como al-Rāzī en la descripción de todas las bondades que ofrecía la península Ibérica.
·       Una dinámica contraria pero que se complementa, el “lamento” por la pérdida de esa Hispania bajo el poder de la invasión islámica. Un ejemplo de los textos en los que se refleja esta sensación de pérdida es en la crónica de 754 Continuatio Hispania o Crónica Mozárabe, que se trata de un verdadero lamento, considerando la perdición de esa “patria” identificada con la propia religión cristiana. Dentro de este aspecto es necesario resaltar los planteamientos proféticos que también se reflejan y que son la manifestación de esa voluntad de recuperación española, como se puede ver en la Crónica Profética.

Me ha parecido especialmente llamativa la “idea de la pérdida de España” esa serie de lamentos, una constante que se mantuvo en la construcción identitaria peninsular hasta prácticamente nuestros días, muy ligado a otro término, la “restauración” de España. La utilización de la Historia como caballo de batalla ideológico no es ninguna novedad y en el caso de España se ha valido sobradamente de estos argumentos.

La mal llamada “Reconquista” tomó como base la idea del agravio de Don Rodrigo al conde Julián, padre de Florinda la Cava, cuyo resultado fue la entrada de los musulmanes en la Península. Esto forma parte de un género literario definido por Mª Jesús Rubiera como “leyenda heroica” (futūhat) cuya expresión más representativa fue la propia conquista de Hispania.  El contexto en el que se construye esa leyenda era de  guerra civil entre un sector de la aristocracia que apoya a los sucesores del difunto Vitiza, y otro sector que apoya al rey don Rodrigo. La subida al trono de don Rodrigo decepcionó a los herederos del gobernante anterior, Vitiza, y los llevó a entrar en connivencia con los árabes, introduciéndolos en el reino y abandonando al monarca en la batalla decisiva. El sector vitizano al parecer entra de alguna manera en contacto con las fuerzas califales, que ya entre los años 710-711 están en el norte de África, sólidamente establecidos y concluían la conquista del Magrib central. En este contexto aparecen rasgos de las fuentes árabes que podrían considerarse legendarios, como el famoso conde don Julián, gobernador de la ciudad de Ceuta, que, partidario de Vitiza, pudo favorecer de alguna manera la entrada de los musulmanes en la Península Ibérica, al parecer por el rapto de su hija y la historia de la cámara cerrada de Toledo.

Esa “leyenda heroica” se compondría de dos partes, una más propia de los cantares de gesta de formación hispano-visigodos, que determinaría la pérdida de Hispania por culpa de una doble transgresión del derecho por parte de Rodrigo, el rey de los godos, al llevar a cabo la violación de Florinda la Cava, hija del conde Julián, y la apertura de la habitación cerrada de Toledo. El conde Julián habría facilitado el paso a la figura heroica como tal; Tarīq. Probablemente, esta leyenda se difundió por los colaboracionistas hispano-visigodos, en busca de legitimación y apoyo[1], pues no estaban de acuerdo con el ascenso de Rodrigo al trono tras la muerte de Witiza. El Ciclo de Rodrigo es el nombre que recibe esta amplia literatura épica castellana sobre la supuesta mala acción del rey de los godos. La segunda parte de la historia sería propiamente árabigo-musulmana, como indica Rubiera y ésta sería la Leyenda de la mesa de Salomón, un enfrentamiento entre el héroe, Tarīq, y el gobernador Mūsā, que intenta apropiarse del mérito de la conquista de Hispania, cuando el propio mérito recae sobre Tarīq. Esta construcción literaria se puede entender como un intento de esos primeros conquistadores por legitimar su acción frente a las tropas árabes de Mūsā, que trataron de aprovecharse del éxito inicial una vez conquistado gran parte del territorio. Tras haber vencido a Rodrigo, Tarīq, que además se encontraría revestido de actuaciones y elementos heroicos y legendarios como señales proféticas en el cuerpo; intenta apoderarse de la mesa del rey Salomón, pero el gobernador se hace con ella y sólo puede quedarse con una pata. En el momento en el que el califa les hace llamar a Damasco, es precisamente esa pata la que le evidencia como el auténtico conquistador de Hispania, imponiendo su heroicidad a la codicia de Mūsā que había negado la existencia de la mesa.

Los elementos heroicos y el posicionamiento de los cronistas llevaron a la creación de un discurso que quedó grabado en la identidad peninsular. La “Reconquista” se sostenía sobre la idea de recuperación de esa España “perdida”, pero la cosa va mucho más lejos. Siete siglos después de la llegada del Islam a la Península, el ascenso al trono de Isabel y Fernando llevó al sentimiento de “restauración” de la monarquía, retomando elementos dispersos que se consideraban herencia del reino godo y que empezaron a tomar forma de una nueva identidad, especialmente a partir de la década de 1490. La conquista de Granada toma parte de ese sentimiento y la propaganda la presenta como una recuperación de lo que se había perdido en el siglo VIII. Daba la sensación de que, respetando la diversidad territorial de la Península, estaba abierta la posibilidad de dejar atrás la “pérdida de España”. Algo parecido ocurría un siglo después con la incorporación de Portugal a la Corona, ya durante el reinado de Felipe II, pues parecía completar una unidad peninsular, que sin embargo se presentaba frágil. Es significativo como el propio Felipe II, en los años finales de su reinado y especialmente a partir del caso de Antonio Pérez, fue incluso identificado como aquel don Rodrigo. Una muchacha de León llamada Lucrecia, tuvo al parecer una serie de sueños premonitorios que auguraban el desastre, en los que el monarca aparecía como el propio don Rodrigo, cuyo agravio a un vasallo llevó a esa pérdida. Años después, Baltasar de Zúñiga y el que sería el conde-duque de Olivares, llevaban también a cabo una serie de políticas destinadas a la restauración de la monarquía, a la vuelta al orden y la pérdida de esa imagen desprestigiada de los Austrias. Esos objetivos se presentan bien marcados en un conjunto de escritos del conde-duque de Olivares, conocidos como el Gran Memorial.
El término “restauración” es también conocido precisamente por una época de la España Contemporánea, que sostiene la idea de la pérdida de España, con otro fondo y otros elementos, pero al fin y al cabo la misma necesidad de volver a un tiempo arrebatado. Algo que en sí mismo es una mera construcción propagandística, pues es imposible dar marcha atrás a la Historia.

Como conclusión me gustaría resaltar un par de ideas. La primera, es la forma en que se retoma una y otra vez, aunque con diferentes cuestiones, las ideas de pérdida y restauración. Incluso hoy en día, cuando escuchamos alguno de los discursos catastrofistas de la campaña electoral del PP, podemos leer entre líneas y recoger cierto tinte a “pérdida de España”. Es una constante historiográfica, muy recurrida y además, muy politizada. Se relaciona “restauración” con “unidad”, algo erróneo pues en España esa unidad ha sido una construcción artificial que ha dado y sigue dando problemas. La ideologización de los términos históricos lleva a fuertes anacronismos con los que es necesario lidiar y no perder de vista. Una segunda cuestión derivada de la primera y que es una reflexión general sobre las identidades, es que podemos ver claramente como la cultura, la política y la sociedad de un país no es más que un efecto de la Historia. Todas las identidades que podemos encontrar en la actualidad, son construcciones que se erigen sobre diferentes episodios de su propio tiempo. Cada año supone un cambio y a su vez se dan variaciones territoriales. La Historia no son realidades fijas, ni mucho menos estables. De ahí que no se pueda volver atrás, restaurar una época, ni debe entenderse una conquista como una pérdida, pues no se trata más que un cambio de realidad.

BIBLIOGRAFÍA. 

SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Claudio, La España musulmana según los autores islamistas y cristianos medievales, Buenos Aires, 1960.
MAÍLLO SALGADO, F. De historiografía árabe, Abada D.L, Madrid, 2009.
CHALMETA, Pedro, Invasión e islamización la sumisión de Hispania y la formación de al-Ándalus, Universidad de Jaén, Jaén, 2003. 
FERNÁNDEZ ALBALADEJO, P. Historia de España vol. IV: La crisis de la monarquía. Ed. crítica, Barcelona, 2009. 



También he utilizado apuntes de clase de Historia Moderna de España e incluso algo de Historia Medieval y de Historia Contemporánea. 


[1] Volviendo al uso esencial de la narrativa o la lírica historicista, desde un primer momento de manera propagandística.



Aurora González Artigao
estudiante del grado de Historia, Universidad Autónoma de Madrid 
aur.gonzalez@estudiante.uam.es